martes, 1 de octubre de 2013
Conmigo no escatimaba su ternura;
tenía un modo de acariciarme,
de besarme el cuello, de susurrarme
pequeñas delicias mientras me besaba,
que, francamente,
yo salía de allí mareada de felicidad,
y por qué no decirlo, de deseo
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